Este texto en narrativa lírica (el cual incluye también un soneto) es uno de los capítulos del libro Piel de hojalata, publicado en 2015.
Al caer desde mi cama hacia ese abismo, donde mi alma se rinde a lo profundo, la muerte, hasta la aurora, es áuriga y dueña de mi descanso. Y aunque sé que hay un contrato verbal, no escrito, del que solo ella, cuando así lo quiera, podrá alzar su voz para acallar por siempre la mía, cada noche, imprudente, me dejo arrastrar hacia sus brazos abiertos, hacia esa otra realidad (que es suya) mágica y oscura.
Pero la muerte, ya se sabe, es incierta y caprichosa. Recuerdo aquella madrugada que rompió su pacto, arrogante, y me dejó aquí, en tierra —que no bajo ella—. Maldije la ausencia de su abrazo y entregué mi alma, con desesperación, a la luna, quien la rescató, ab imo pectore, y la puso en un papel.
Sin la luna, entre otras cosas, habría menos poesía:
¿Dónde te escondes, perverso tirano,
para hacerme pasar la noche en vela?
En las horas oscuras la tutela
de mi cuerpo tienes; mas hoy, en vano.
Del sueño que me privas, tan lejano,
este corazón mío se recela,
pues ya está intuyendo su propia esquela
y obliga a que la plasme aquí mi mano:
«No durmió cuando tuvo que dormir,
y el cansancio acumuló, sempiterno,
apurando el momento de partir.
No era el día ni la hora en su cuaderno,
mas sus ojos ya no lograba abrir.
Al fin descansará en el sueño eterno».
El insomnio, como el sueño, también es mágico, de otro mundo, tanto que, de él, cualquier poeta (que cualquiera lo es) puede sacar unos versos que, por eso del momento, podrán (¡como mucho!) estar cansados, mas nunca serán flojos.
Darwin, mágico porque sí, es un robot con insomnio y al mismo tiempo soñador, un robot que vive, en definitiva, en un sueño; y a pesar de ello, de su perpetuo silencio, tiene aires de poeta. No como yo, que aunque a veces lo pretendo, solo soy poeta de boquilla.
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Björn Blanca van Goch
POETA DE BOQUILLA 