CORRIJO: DOS POEMAS SOBRE ANIMALES
Tengo bastantes poemas de todo tipo y temática sin publicar (quizás algún día “salgan del cascarón”) y, entre ellos, evidentemente hay varios relacionados con animales. Hace unos días estuve releyendo un famosísimo poema de William Blake (1757-1827) que probablemente comentaré en alguna de mis próximas publicaciones. Al terminarlo, me picó la curiosidad por saber cuántos poemas sobre animales he escrito yo mismo en los últimos años (puede que ya sepas a qué texto de Blake me refiero), y la verdad es que son unos cuantos. Sin embargo, solo son dos los que he publicado hasta el momento. Uno de ellos es una silva y aparece en mi novela de humor Cuando el oro aprieta, ambientada en el Salvaje Oeste de 1.849; el segundo, que es un soneto, pertenece a mi breve relato Aquella granja del desván, el cual puedes leer en esta misma página. Cuando el contexto y el momento de la historia lo permiten, me gusta intercalar en ocasiones algunos que otros versos en mis textos en narrativa (de hecho, lo he hecho en mis dos libros y en el citado relato). Sin más prosa ni prosopopeya, ahí van los dos poemas:
LA CIGARRA
(Extraído del libro Cuando el oro aprieta)
Honras con tu zumbido altisonante,
cigarra melancólica,
cada palmo de esta tierra folclórica,
de esta tierra de cante.
Con tu egregia garganta y su temblor,
que vibra con el alma,
no hay rincón donde no lleves la calma
ausente en tu dolor.
Por campos y sierras de Andalucía
percibo tus lamentos.
¡Quéjate, chicharra, a los cuatro vientos!
¡Quéjate noche y día,
que yo cantaré con tu compañía
mis arrepentimientos,
pues no canto en soledad sentimientos
por simple cobardía!
EL GALLO
(Extraído del relato Aquella granja del desván)
Hasta al perezoso saca del sueño.
Glorioso sol que despierta su cante;
precioso cacareado distante
del que es sin duda indiscutible dueño.
Es milagro que de algo tan pequeño
surja un don que hasta a los muertos levante.
Al alba no hay primor más rimbombante
que el gaznate de un gallo con empeño.
Desgallitándose siguiendo el rito
no pierde el ritmo ni el compás ni el son,
como si tal error fuese delito.
Con cresta colorada y espolón,
¿le queda otra opción que no ser gallito,
que no cantar con aire fanfarrón?
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Björn Blanca van Goch