El ave Roc (una criatura legendaria persa), el parque temático más viejo de Europa, Simbad el marino, los sueños, mi difunto abuelo Theo, mi hijo Theo, mi próximo manuscrito y las sincronicidades junguianas: ¿qué tienen en común estos elementos?
UNOS HECHOS CURIOSOS.
1. Hace dos noches soñé que abrazaba a mi abuelo Theo, quien falleció hace más de una década. Nada más despertar, pensé en lo real que había sido su contacto. En aquellos momentos, mi abuelo había estado literalmente conmigo: incluso volví a oler su aroma corporal de una manera completamente vívida. Durante el resto del día, llegué a recordar aquel sueño en varias ocasiones: tan especial y única me había resultado la experiencia.
2. De Efteling es un parque temático de atracciones que hay en Países Bajos y el cual, desde que soy un niño, he visitado unas quince o veinte veces. Abrió sus puertas en los años cincuenta del siglo XX y llegó a ser considerado el mejor parque de atracciones del mundo en 1992. Está fundamentalmente ambientado en cuentos clásicos y cuentos de hadas.
Con mis abuelos iba a menudo a este parque, y una de las atracciones que sin duda más me gustaba era Vogel Rok. Se trata de una especie de montaña rusa cubierta en la que un sinfín de luces multicolores llenan la oscuridad por la que se desplaza el vagón de dicha atracción. La entrada a este Vogel Rok está custodiada por un colosal pajarraco. Siempre me había preguntado qué pintaba esa figura en aquel parque, porque, honestamente, de alguna forma desentona con el nemoroso e idílico paisaje que le rodea.
3. Buscando información para un nuevo libro que estoy escribiendo, leí varias historias sobre el Rocho: un ave gigantesca que aparece en Las mil y una noches y en varias leyendas orientales, y la cual es fundamentalmente conocida por ser protagonista de una de las historias de Simbad el marino. La imagen que acompaña la cabecera de este texto representa una de esas fascinantes historias.
4. Dos días después de soñar con mi abuelo Theo, me dispongo a leerles a mis hijos un cuento antes de dormir. Mi hijo Theo está sobre mi regazo. Abro al azar un libro repleto de cuentos antiguos, y veo el dibujo de un ave enorme. Debajo leo Vogel Rok, y, casi al instante, mis ojos se desplazan hacia el título del relato: sí, una historia de Simbad. Leo el cuento a mis hijos, y es en ese instante cuando comprendo que las luces de colores que brillan en la atracción simulan los reflejos de una cueva llena de diamantes, sobre la que mi abuelo y yo hemos volado, en las garras de aquel pájaro legendario, una decena de veces. También es en ese momento cuando entiendo por qué, hace un par de años, han construido una atracción llamada Simbad justo delante de aquella figura aviar de grandes proporciones.
Ruc, Roc, Rok, Rocho: distintos términos para nombrar a una criatura mágica e incomprensible. Unus Mundus o sincronicidades: términos con los que Jung intentaba describir esta realidad mágica e incomprensible.
Quizá todo cuanto he escrito no signifique nada y habría que sacar más bien a colación el término apofenia. En cualquier caso, estoy contento de haber mencionando al Roc en mi futuro libro.
Björn Blanca van Goch