LA ÚLTIMA SINFONÍA: ¿SABÍAS QUE QUIZÁS ESTAMOS HECHOS DE NOTAS MUSICALES?

Has oído bien: ¿sabías que quizás tú mismo/a estás hecho/a de notas musicales? Es probable que esta pregunta te resulte verdaderamente confusa; también es probable que no entiendas a qué me refiero exactamente. Pero te aseguro una cosa: después de leer esta entrada, jamás volverás a escuchar del mismo modo tu canción favorita.

Este artículo ha sido publicado previamente en Acalanda Magazine (acalanda.com)

Si ya has leído la primera entrada de este blog, sabrás que me fascina la complejísima rareza del tiempo. Cualquier punto de vista desde el que se aborde este tema, incluso desde la más rigurosa perspectiva de la física, siempre surgen más y más interrogantes.
Hace unos años llegó a mis manos el libro ¿Hay música en el hombre?, escrito por el antropólogo y musicólogo británico John Blacking (1928-1990). Reproduzco a continuación un breve párrafo extraído de sus páginas:

«Cada cultura posee su propio ritmo, en el sentido de que la experiencia consciente se ordena en ciclos de cambio estacional, crecimiento físico, actividad económica […] Podemos decir que la experiencia de la vida ordinaria tiene lugar en un mundo en tiempo real. La cualidad esencial de la música es su poder para crear otro mundo de tiempo virtual.»

Es lícito asumir que este concepto, «mundo de tiempo virtual», hace referencia a una realidad (una parte o cualidad de la realidad) que trasciende al propio tiempo. Nadie se atrevería a negar que esa es precisamente una de las mayores virtudes de la música: tener la capacidad de liberarnos y de «llevarnos en volandas». La música, por lo general, «nos eleva», «nos lleva hacia arriba», y aunque algunos sujetos (como ocurre por ejemplo, según Blacking, con algunos bailarines de la sociedad venda) entren en trance e incluso pierdan la consciencia, el hecho de que lo hagan «a conciencia» o de forma voluntaria confirma la evidencia de que se trata de un estado deseable y provocado.
En este mismo libro se transcriben literalmente unas palabras del compositor y director austríaco Gustav Mahler (1860-1911), quien, hablando precisamente sobre las cualidades de la música, afirmó que esta puede llevar «“al otro mundo”, un mundo en el que las cosas dejan de estar sujetas al tiempo y el espacio». Blacking agrega a continuación:

«Los balineses hablan de “la otra mente”, un estado de ser que se alcanza a través de la música y el baile. Se refieren con ello a estados en que las personas se vuelven agudamente conscientes de la verdadera naturaleza de su ser […], así como de su relación con el mundo circundante.»

En la aseveración anterior podemos ver de nuevo cómo ese estado atemporal es considerado superior, mejor («agudamente conscientes»), y que por ello el musicólogo y antropólogo emplea términos como «verdadera naturaleza». Lo que realmente quiero mostrar es que aquello que está más allá del tiempo, por encima de él, es alabado y valorado positivamente por el ser humano. No deseo ser reiterativo, pero es oportuno citar nuevamente unas palabras de Blacking:

«Cada compositor tiene un sistema cognitivo básico que imprime su sello en sus principales obras […] Dicho sistema incluye toda actividad cerebral involucrada en su coordinación motora, sus sentimientos y experiencias culturales, así como sus actividades sociales.»

Sus palabras son muy claras, y podemos extrapolarlas una vez más al concepto del tiempo. A pesar de la gran diversidad cultural que existe entre la diferentes sociedades del planeta, es posible que todos los seres humanos dispongamos, en esencia, de un sistema cognitivo similar, estructuralmente parecido, y que por ello (casi) todos los individuos estemos sumergidos en el «río del tiempo»; es decir, de algún modo nosotros mismos somos el tiempo, somos una parte intrínseca de él. Jorge Luis Borges (1899-1986), en el tramo final de su ensayo Nueva refutación del tiempo, sugiere algo idéntico a lo que acabo de proponer: «El tiempo es la sustancia de que estoy hecho: el tiempo es un río que me arrebata, pero yo soy el río; él es el tigre que me destroza, pero yo soy el tigre; es un fuego que me consume, pero yo soy el fuego».
Voy a mostrar un último razonamiento de Blacking, en el cual, hablando en este caso de la sociedad, el etnomusicólogo expone con gran claridad una idea muy parecida a la anterior:

«[…] estoy convencido de que un músico formado no podría componer una música que resultara absolutamente nueva y específicamente venda […] a menos que se hubiera criado en su sociedad.
Puesto que la composición de la música venda depende tanto de ser venda y su estructura se halla tan íntimamente relacionada con dicha condición, se sigue que un análisis del sonido no puede concebirse al margen de su contexto social y cultural.»


Ningún músico foráneo podrá inventar música venda, porque solo un ser humano perteneciente a la sociedad venda posee en su interior la estructura cognitiva o perceptiva para la creación de esa música: desde un punto de vista metafórico, podríamos decir que (musicalmente hablando) una única persona venda es toda la sociedad venda. Del mismo modo, Borges, citándose a sí mismo, afirmaba que cada ser humano es el propio tiempo.

Si los seres humanos, de algún modo, somos el tiempo y, gracias a la música, como hemos visto anteriormente, podemos trascenderlo y dejarnos llevar hacia otro mundo, hacia otro estado mental, puedes preguntarte ahora: ¿de qué está hecha en realidad nuestra más profunda esencia?

Para terminar, quiero citar brevemente unas palabras que pronunció el físico Michio Kaku (sobre quien ya he hablado en otra de mis entradas) en una reciente entrevista llevada a cabo por Javier Santaolalla. Sus palabras hacen referencia a la composición de la realidad. La idea, que se basa en la física, es idéntica a la que hemos propuesto anteriormente desde un punto de vista antropológico o filosófico:

«No sabemos por qué hay tantas partículas, cientos de partículas, y pensamos que todas esas partículas no son más que pequeñas vibraciones de una pequeña cuerda […] ¿Cuántas vibraciones hay ahí? Infinitas. Por tanto, ¿qué es la física de partículas? La física de partículas es música. ¿Qué es la física? La física es las leyes de la armonía. ¿Qué es la química? La química es la melodía que puedes tocar con esas vibraciones. ¿Qué es el universo? El universo es una sinfonía de cuerdas ¿Qué es la mente de Dios? La mente de Dios es música cósmica resonando a través del hiperespacio.»

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Björn Blanca van Goch

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